El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

Una novela desgarradora sobre la relación odio-amor entre un hijo y su madre

Novela de las que duelen, de las que golpean el corazón. Un relato tan cruel como profundo. La guerra de un hijo con su madre. El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes (Impedimenta), una novela desgarradora con un personaje de los que dejan huella durante mucho tiempo. Alesky, el protagonista, odia a muerte a su madre. La rabia, la redención o el rencor forman parte de esta historia centrada en esta relación maternofilial. 

Los ojos de mi madre eran mis historias no contadas

El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

La autora moldava Tatiana Tîbuleac (en la imagen) demuestra un talento narrativo extraordinario en la que es su primera obra. Su prosa acaricia la poesía y está repleta de metáforas. Quizás en ocasiones demasiada adornada, pero eso no le resta a la hora de valorar esta historia que une los hilos entre la vida y la muerte. 

Mi madre tenía unos ojos verdes tan bonitos que parecía un despropósito malgastarlos en un rostro fermentado como el suyo

El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

Alesky cuenta los recuerdos que guarda del verano que pasó con su madre en un pueblo francés tras salir de un internado por problemas psiquiátricos. Este recorrido por sus emociones le provoca un bloqueo artístico que solo sanará con las palabras. 

Una infancia rota por la muerte de su hermana y su adolescencia también perdida por el adiós de la madre. Y otra muerte futura en busca de ese perdón que parece querer encontrar el protagonista de una narración con una fuerza bestial. Y otra búsqueda, la del amor entre la fatalidad, la impotencia y la crueldad. 

Estructurada en capítulos breves, El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes es una novela que leerás con un nudo en la garganta. Uno de esos descubrimientos literarios que te hace sentir. 

Los ojos de mi madre eran campos de tallos rotos

El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

Así comienza...

"Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás. Yo la miraba desde la ventana mientras ella esperaba junto a la puerta de la escuela como una pordiosera. La habrá matado con medio pensamiento. Junto a mí, silenciosos y asustados, desfilaban los padres. Un triste hatajo de perlas falsas y corbatas baratas, venido a recoger a sus hijos defectuosos, escondidos de los ojos de la gente. Al menos ellos se habían tomado la molestia de subir. A mi madre yo le importaba un pimiento, al igual que el hecho de que hubiera conseguido terminar unos estudios. Dejé que sufriera casi una hora; observé que al principio se mostraba irritada, caminaba arriba y abajo a lo largo de la valla, luego se quedó inmóvil, a punto de echarse a llorar, como alguien con quien se hubiera cometido una injusticia". . 

Por: María Vila
Fecha: 16-09-2019