Toda la verdad de mis mentiras de BetaCoqueta

Una despedida de soltera, una autocaravana y un grupo de amigos protagonizan la nueva novela de Elísabet Benavent

    

Me gustan las historias de amigos. Ya sean en película, libro o la vida misma. Me llevan a aquellos momentos compartidos con mis amistades. Toda la verdad de mis mentiras es una historia de esas, de las de amigos que se juntan en grupo para vivir y sentir la vida. En esta ocasión, para emprender una aventura, una despedida de soltera en autocaravana. Un viaje con muchos momentos de diversión, situaciones surrealistas y muchas mentiras tras la verdad. 

Recuerdo esa sensación adolescente de sentirlo todo a la vez y lo enfadado que estaba con todo el mundo, incluso conmigo mismo

Toda la verdad de mis mentiras

Tal vez BetaCoqueta vuelva a repetir elementos e ingredientes de otras novelas, con ese protagonismo que tienen las relaciones amorosas, pero la autora, una vez más, consigue enganchar de manera hipnótica con esta historia que te dejará numerosas emociones. No podría decir si se encuentra entre las mejores ya que tengo alguna de sus novelas pendiente, pero lo que está claro es que Elísabet Benavent consigue  atrapar al lector desde el primer momento con unos personajes muy reales y con esa forma tan personal que tiene de escribir y contar. 

Un libro que nos muestra el lugar al que nos pueden llevar las mentiras, por muy piadosas que sean. Una historia en la que no falta, como en otras de la autora, el sexo como un complemento más de esta ficción contemporánea de situaciones contradictorias y surrealistas. Con mucha originalidad y mucha cercanía. 

Así comienza...

"El primer problema de mi lista de cosas que me persiguen y no me dejan dormir es que soy una puta mentirosa. Esto es empezar fuerte, ya lo sé, pero de alguna manera hay que hacerlo. Sin paños calientes, querida Coco, eres una embustera. Coco, en este caso, soy yo. Tengo uno de esos nombres comunes en mi generación que obligó en el  colegio a todas sus portadoras a diferenciarnos por el apellido. Como el mío era muy común, me quedé con el apodo con el que me llamaban mis hermanos. Y... a mis veintiocho años, cuando me presentan a alguien nuevo, lo siguen haciendo como Coco. Sobre lo de mis mentiras, juro que no es una cuestión patológica y que las trolas que han salido de mi boca en los últimos dos años no han tenido otra intención que la de sobrevivir en la jungla que supone tener veintiocho años, estar enamorada y ser rematadamente idiota...". 

Por: J. Berto
Fecha: 15-04-2019