Quini Amores: "Leer moldeó mi forma de pensar y, sobre todo, mi manera de comunicarme"
Autor de El Códice Neshamá, un proyecto surgido no de teorías ni de construcción intelectual, sino de una certeza íntima

Hubo un instante decisivo en la vida de Quini Amores que cambió el rumbo de todo: un día, plenamente despierto, vio —como si fuera un sueño lúcido— que escribiría un libro capaz de ayudar a miles de personas a conectar con su poder interno y a convertirse en quienes están destinadas a ser. De esa visión nació El Códice Neshamá, un proyecto surgido no de teorías ni de construcción intelectual, sino de una certeza íntima. Como él mismo afirma, “la teoría no transforma a nadie”; por eso, cada enseñanza del libro ha sido antes vivida, atravesada y comprobada en su propia experiencia.
Esa raíz personal explica que la primera imagen del libro fuese espiritual antes que literaria: la decisión de cerrar una etapa, abrir otra y entregar al mundo aquello que el alma sabe. El Códice Neshamá emerge en ese cruce entre renuncia, propósito y revelación, el punto exacto en el que Amores entendió que había llegado el momento de compartir lo aprendido. “Es hora de compartir con el mundo aquellas enseñanzas que mis mentores y maestros compartieron conmigo y que me llevaron de lo trágico a lo mágico”, recuerda. Desde ese impulso nace un libro que busca acompañar a otros en el mismo tránsito.
La intuición que terminó de dar forma al proyecto apareció cuando Amores ya había superado la crisis que marcó su vida. A finales de 2022 tomó una decisión radical: concederse un tiempo sabático y abrirse a una nueva forma de vivir. Venía de una etapa de estabilidad económica y éxito profesional,
liderando equipos de desarrollo personal y ventas que reunían a miles de personas en distintos países. Pero decidió soltarlo todo para iniciar un camino profundamente personal y fiel a su verdad. En ese silencio interno, lejos del ruido externo, surgió una pregunta decisiva: ¿Qué puedo crear que aporte un
beneficio común, a los demás y a mí mismo?
La respuesta lo llevó de vuelta al núcleo de su propósito, a una convicción que ha repetido en varias entrevistas y que sintetiza su trayectoria: su misión es llevar los tesoros del alma al corazón de las personas en todo el mundo, a través de los principios universales y de la sabiduría ancestral que, en sus palabras, le salvó la vida. Ese fue el destello inicial, la semilla que unió introspección, propósito y palabra, y que terminó convirtiéndose en El Códice Neshamá.
La palabra códice remite a textos antiguos y secretos. ¿Por qué elegiste esa forma para estructurar esta obra y qué significaba para ti en términos narrativos?
Elegí la palabra códice porque no quería escribir un libro más. Quería crear una obra que honrara la esencia de cómo se transmitía la sabiduría en la antigüedad: con profundidad, con intención e inspirando a quien lo lee a reflexionar y a cuestionar. Un códice no era un libro cualquiera. Un códice era una obra sagrada. Un manual de conocimiento que se entregaba como llave de transformación. Cuando decidí escribir El Códice Neshamá, tuve claro que no quería que fuera un texto rápido, ni algo para “leer y olvidar”. Mi intención era crear una experiencia iniciática, un recorrido donde cada página fuera un acceso, una frecuencia, un recuerdo. Por eso lo estructuré como un códice: porque necesitaba un formato que reflejara lo que realmente es.
Narrativamente, el término me permitía algo que un libro convencional no permite: presentar la obra como un legado, como una guía que el lector no solo lee, sino que estudia, integra y vive. Además, elegí códice para honrar la sabiduría ancestral y los principios universales que transformaron mi vida, como una declaración de intenciones desde la primera página. Por eso, unir códice con Neshamá —el aliento divino, el alma que nos conecta con lo eterno— tenía todo el sentido. Era la forma más honesta de expresar lo que esta obra representa: un libro del alma que guarda enseñanzas que no envejecen, porque nacen de principios universales y desde la verdad que he experimentado.
El libro propone un viaje iniciático. ¿Cómo construiste esa arquitectura
del viaje para que funcionara tanto como guía espiritual como en su
dimensión literaria?
Después de más de una década estudiando y aplicando principios universales,
sabiduría ancestral y enseñanzas de grandes maestros, me di cuenta de algo
muy simple: toda transformación real sigue el mismo patrón que la
naturaleza. Primero preparas la tierra. Luego siembras las semillas correctas,
las cuales alimentas, cuidas y proteges. Y después recoges el fruto. Esa es la
base de cualquier proceso iniciático. Y esa es la estructura que utilicé para el
libro. El primer manuscrito prepara el terreno interior: creencias, emociones,
estructuras heredadas y ruido mental. El segundo manuscrito siembra
ingenierías internas. Son herramientas vivas, principios universales que actúan
como semillas del alma. Ahí comienza la construcción real: la atención, la
gratitud, la verdad, la presencia, la conexión. Es la parte donde el lector
empieza a recordar. Y el tercer manuscrito revela el sendero para la victoria. La
manifestación consciente no se enseña desde la teoría; se enseña desde la
experiencia. Por eso esa parte es más práctica, más reveladora, más elevada.
Ahí el lector comprende que no manifiesta lo que quiere, sino lo que es. A nivel
literario, esa estructura me permitió algo muy importante: que el libro fuera una
guía, pero también un camino. Que tuviera ritmo, profundidad y sentido. Que no
fuera lineal, sino evolutivo. Y que cada manuscrito abriera un nivel de
conciencia distinto.
La escritura del libro oscila entre lo testimonial, lo simbólico y lo poético. ¿Cómo encontraste ese equilibrio de registros?
Mi forma de escribir seguramente no tiene la pulcritud literaria de otros autores, porque desconozco técnicas o métodos de escritura. Incluso elegí hacerlo de manera completamente personal, autopublicada, sin guía ni apoyo editorial, seguramente porque desconozco los procedimientos básicos. Por eso siento, que la escritura que mencionas se debe, en gran parte, a la influencia de los
más de 1.500 libros que he leído y estudiado a lo largo de mi vida, gracias a algo que me marcó mucho cuando era niño: un día mi tío me dijo “si quieres ser libre, apaga la televisión y lee libros”. Y le hice caso. Leer moldeó mi forma de pensar y, sobre todo, mi manera de comunicarme. Por eso escribo como soy.
Mi escritura seguramente es más reflexiva y pausada que mi forma de hablar, que a veces es más directa y veloz, pero mantiene la misma autenticidad. Lo que aparece en el libro es la mezcla natural de mi experiencia, mis aprendizajes y mi forma de ver el mundo. Antes de ser autor he participado como orador en conferencias para más de 200.000 personas en más de 30 países desde 2012, y siempre ha funcionado por una razón: mi comunicación no es postiza. Nace de la autenticidad. Por eso en el libro conviven lo testimonial, lo simbólico y lo poético: porque así entiendo yo la vida. Lo que vivo, lo que significa y lo que el alma revela cuando se expresa sin filtros.
En el libro aparecen “ingenierías internas” y “herramientas del alma”. ¿Cómo se tradujeron estos conceptos al lenguaje literario sin perder profundidad?
Las ingenierías internas y las herramientas del alma que comparto en el libro no las escribí como conceptos teóricos porque la teoría no transforma. Puse en palabras como lo entendí cuando las aprendí y experimenté en mi propio proceso de transformación. Por eso son sencillas, claras y directas: nacen del resultado, no de la teoría. Por ejemplo, hay una ingeniería interna que considero tan importante para todo ser humano que ni siquiera la desarrollé en detalle dentro del libro: la Atención Plena. Es la base de toda transformación humana. El objetivo fue siempre el mismo: que cada ingeniería interna se entendiera y se pudiera aplicar. Que no se quedara en “ideas bonitas”, sino que se convirtiera en algo útil, vivo y transformador. Después, es la propia persona quien decide si quiere recorrer esas páginas con honestidad y si quiere aplicar lo que descubre. Porque seamos honestos: a nadie nos gusta que nos impongan u obliguen a nada, por lo menos a mí.
Muchas de las metáforas parecen abrir puertas de sentido. ¿Hubo alguna imagen o símbolo que te sorprendiera mientras escribías, como si revelara algo que tú mismo no habías visto?
Creo que es una muy buena pregunta, porque algo que comprendí a lo largo de mi búsqueda personal es que nuestra mente funciona con imágenes. Por eso las historias que nos tocan el corazón no se viven en letras, se viven en formas, recuerdos y símbolos. Dentro del propio libro incluyo un ejercicio muy sencillo que siempre sorprende a los lectores; muchos me escriben después diciendo que parecía que yo “sabía” lo que iba a ocurrirles. Pero no es magia: es que todos interpretamos la realidad a través de imágenes internas, aunque no siempre seamos conscientes de ello. He tenido la fortuna de estudiar algunas de las enseñanzas más importantes de todos los tiempos, y todas coinciden en algo: La simbología existe y nos influencia queramos o no. Por eso, mientras escribía, algunas metáforas me revelaron significados que incluí conscientemente para que la persona que lo lee, despierte en su mente la imaginación que precisa ese momento. Porque cuando conectas con la conciencia y entiendes que todo en la vida es simbólico, empiezas a expresar las cosas no solo con palabras, sino con imágenes que hablan directamente al alma.
Uno de los ejes del libro es la liberación de creencias heredadas. ¿De qué creencias propias tuviste que desprenderte para poder escribir esta obra?
A lo largo de mi vida he tenido que soltar muchas creencias heredadas, no solo de mi familia, sino también de aquello que la sociedad da por sentado: la escuela pública, la cultura, los adultos que repiten frases sin cuestionar nada. Afortunadamente, desde muy niño sentí dentro de mí un impulso natural por ser más, crecer más y vivir mejor. Ese impulso me salvó, porque vengo de un entorno donde la mentalidad de escasez era lo “normal”. Frases como: “Estudia, encuentra un trabajo y sé un hombre de provecho” o “No sueñes demasiado, pon los pies en la tierra.” Pero había algo en mí que no podía aceptar esas ideas. Yo miraba los resultados de quienes repetían esas creencias… y no quería esa vida. Aun así, hubo creencias que tuve que romper a conciencia mientras escribía este libro. Una de ellas fue esa programación absurda de que “hay que trabajar duro para conseguir las cosas”. Sí, hay que trabajar, pero trabajar duro sin inteligencia solo te agota. Si eso fuera verdad, todas las personas que trabajan doce horas al día serían millonarias… y no lo son.
El Códice invita a “manifestar desde la esencia”. ¿De qué manera ese principio influyó en tu propio proceso creativo?
Manifestar desde la esencia es uno de los principios más influyentes cuando realmente lo comprendes. Porque en la vida puedes construir desde dos lugares: desde la esencia o desde el ego. Desde el ego todos hemos construido alguna vez. Y es parte del aprendizaje. Pero cuando construyes desde ahí, desde la necesidad, desde la comparación o desde la urgencia, lo creado termina cayéndose tarde o temprano. Porque no nace de la verdad. Sin embargo, cuando creas desde la esencia, lo que manifiestas tiene raíz, tiene propósito y perdura en el tiempo. Y ese principio fue fundamental en mi proceso creativo.
Hablas de rituales, llaves y pergaminos iniciáticos. ¿Tuviste algún ritual personal de escritura mientras trabajabas en el libro?
Cuando la gente escucha la palabra “ritual”, muchos la asocian a cosas raras, brujería o supersticiones. Pero en realidad todos tenemos rituales: desde cómo nos duchamos cada mañana hasta cómo preparamos un café. Un ritual no es algo extraño: es una acción que repites con intención. En mi caso, después de haberlo perdido todo y reconstruirme desde dentro, descubrí que los rituales bien entendidos pueden transformar la vida. No hablo de rituales rígidos ni teatrales; hablo de hábitos conscientes que te alinean con lo que quieres vivir. Por eso, mientras escribía El Códice Neshamá, mis rituales fueron los mismos que me sacaron de una vida limitada y me llevaron a una experiencia enriquecida. Eran simples y profundamente humanos: invertir las primeras horas del día en mí y en mi conexión dentro de mi ritual creativo —gratitud consciente, respiraciones conscientes, la observación de la belleza de la creación, mis ejercicios de visualización— y después dedicarme a todo lo demás. Con el libro fue igual: antes de teclear cada palabra, tenía que estar alineado.
El libro se plantea como un compañero de ruta para el lector. ¿Qué transformación esperas que ocurra en quien lo lea, más allá de las herramientas prácticas?
En el momento más duro de toda mi vida, uno de mis mentores, Luis Costa, puso una semilla de esperanza en mi corazón y me ayudó a volver a soñar. Ese gesto lo cambió todo. Por eso lo que deseo de este libro es muy simple: que sea un sembrador de esperanza para quien lo recorra. Que cada persona que lo lea sienta que puede ser, hacer y tener todo aquello que desea en la vida. Porque si Quini Amores —una persona sin títulos universitarios, sin privilegios, sin un plan perfecto, lleno de errores, con inseguridades, con dudas y con una deuda tan grande que cualquiera pensaría que no tiene salida— pudo recuperar su poder y crear una vida llena de sentido… tú también puedes. Ese es el propósito más profundo del libro: despertar en cada persona la esperanza de que su alma todavía tiene un camino, y que ese camino puede llevarla a una vida más libre, más consciente y verdadera.







