Soñábamos una isla de Roc Casagran: memoria, paisaje y la búsqueda de identidad en territorios de resistencia

Una novela que construye una cartografía emocional que vincula territorio, memoria y autorreconocimiento en un relato que alterna vida íntima e islas míticas

Soñábamos una isla,(Navona), una obra –ganadora del Premio Sant Jordi 2024– de Roc Casagran traducida por Amàlia Medina, propone una obra híbrida que mezcla poesía, ensayo y memoria para pensar el vínculo entre persona, paisaje y comunidad. El protagonista es Carla, quien tras uno o más extremos vitales decide escribir una extensa carta a su pareja con la intención de ordenar su vida, sus recuerdos y sus deseos. Este gesto íntimo se articula a través de la referencia a ocho islas reales —remotas, legendarias o simbólicas— que acompañan la exploración interior de la protagonista.

La estructura narrativa como mapa de autoconocimiento

La novela alterna la narración de Carla con los episodios dedicados a las islas, generando saltos temporales y temáticos que pueden desorientar al lector, pero que funcionan como metáfora de la fragmentación de la identidad. El paisaje aparece como espejo de la vida interior, y los territorios insulares actúan como espacios simbólicos de resistencia, refugio y transformación. En ese sentido, la forma narrativa refuerza la concepción de que la vida adulta es, en parte, la exploración de lo que permanece escondido.

Casagran aborda, además, la desconexión contemporánea con la tierra y el paisaje desde una óptica crítica: el mundo rural sirve de punto de partida para cuestionar modos de vida modernos que parecen desvinculados de lo esencial. La autora sugiere que la isla no es solo un lugar geográfico sino un estado del ser al que aspiramos cuando queremos huir del ruido, del orden prefabricado y del vacío emocional. Imaginar una isla es imaginar resistencia, cuidado y esperanza, como propone el libro.

La voz de la novela se mueve entre la confesión y el estudio sensible del territorio. Carla no sólo relata su historia, sino que la entrecruza con las islas para descubrir los vínculos invisibles que la unen a un mundo mayor que ella. El resultado es un texto que invita a la lectura pausada, a la reflexión sobre lo íntimo, sobre la identidad personal y colectiva. La obra se presenta como una lectura que exige al lector participar del ejercicio de reconstrucción personal.

El estilo de Casagran destaca por su delicadeza y su compromiso literario. Su prosa, que coquetea con la poesía, imprime al relato un aire de contemplación que lo distingue dentro del panorama narrativo contemporáneo. Aun así, algunos lectores pueden sentir que la estructura —con sus saltos entre la trama de Carla y las islas— desemboca en algunas repeticiones o en una sensación de fragmentación excesiva. No obstante, esa misma fragmentación puede entenderse como parte del planteamiento: la identidad se construye desde lo disperso.

Soñábamos una isla está pensado para lectores que buscan algo más que entretenimiento: una obra que combine introspección, emoción y reflexión sobre el mundo que habitamos. Quienes se sienten atraídos por el territorio, la memoria, la naturaleza y la identidad encontrarán en este libro una invitación –a veces incómoda, siempre estimulante– a mirar lo que permanece sin nombrar. La novela propone que la isla puede existir tanto fuera como dentro, y que el viaje hacia ella es también un retorno a uno mismo.

Por: J. Berto
Fecha: 17-12-2025