Una bala con mi nombre, cuando el thriller se convierte en adicción

Susana Rodríguez Lezaun es la autora de un descenso a los infiernos con mucho suspense e intriga

Un robo, con asesinato incluido, en el Museo de Bellas Artes de Boston agitará la vida de Zoe Bennett, una mujer de 40 años que llevaba una vida más o menos rutinaria hasta este suceso. Ella es la narradora y protagonista -con permiso de Noah, un joven camarero de 26 años- de Una bala con mi nombre (Harper Collins), un thriller narrado a un ritmo vertiginoso que atrapará al lector en busca de un gran final. 

Susana Rodríguez Lezaun (en la imagen) ha firmado una trepidante historia con mucho suspense, intriga y una investigación que mantendrá en alerta al lector. Una novela de lectura fácil y que se vive con intensidad. Comenzando con el final de la historia, para ponernos en situación, hasta llevarnos por una ficción muy bien estructurada. Boston es la ciudad en la que está ambientado este adictivo libro. 

Una noche, -pensé-, no pasa nada por divertirse unas noche, pero ser otra persona durante unas horas. Mañana volveré a ser yo. Mañana

Una bala con mi nombre

El personaje de Zoe es impresionante. Tras una vida acomodada, su mundo se volverá tormentoso tras comenzar una relación con el atractivo Noah. Cuando la nueva felicidad parece haber llegado, disfrutando de su trabajo y de su nueva ilusión, la protagonista ve como su vida y la de su amado corren serios riegos. 

¿Logrará Zoe salir de la trampa en la que parece haber caído? ¿Qué harías tú para mantenerte con vida? Una bala con mi nombre te dejará sin aliento en esa huída de la protagonista para salvarse en todos los sentidos. 

Una endiablada intriga al mejor estilo americano que se lee sin aliento y de un tirón

Alicia Giménez Bartlett

Un thriller de lo más adictivo y muy bien escrito. Zoe Bennett me ha robado el corazón

Juan Gómez-Jurado

Así comienza...

"Hace frío. Hace frío y tengo miedo. Noah flota a mi lado, no sé si muerto o inconsciente, y yo concentro las pocas fuerzas que me quedan en la punta de mis dedos, con las que me agarro a una rama medio podrida mientras intento que la corriente del río no nos arrastre a ninguno de los dos. Vigilo que la cabeza de Noah permanezca fuera del agua, pero es difícil. Apenas puedo mantenerme a flote yo misma. Y a pesar de todo, tengo que reconocer que hemos tenido suerte. El coche en el que huíamos voló como una flecha en dirección al río, pero afortunadamente cayó sobre un arenal poco profundo y pude salir". 

Por: J. Berto
Fecha: 19-09-2019