El drama de los refugiados y las dos Barcelona

En 'Cuando se vaya la niebla', la aventura existencial escrita por Andrea Rodés

La historia es ese círculo vicioso que lleva a repetir una y otra vez los pasos errantes de la humanidad. El drama de los refugiados siempre vuelve junto a las guerras por las fronteras o la lucha por los símbolos e iconos de determinados lugares. La sociedad actual sigue teniendo una crisis permanente de identidad. Sobre los refugiados que intentan llegar a Europa a través de los Balcanes camina Cuando se vaya la niebla (Huso), toda una aventura existencial. 

Andrea Rodés (en la imagen), periodista y escritora nacida en 1979 en Barcelona, es la autora de una novela que tiene como protagonista central a Naiara, una joven de 32 años con una vida acomodada que un día decide abandonar su zona de confort tras encontrar una carta de su abuelo fallecido. 

En busca de sus orígenes familiares se marcha hasta Serbia para visitar la ciudad de Zrejanin, situada junto a la frontera con Rumanía. Una localidad que hace tres siglos se empezó a conocer, tras la llegada de un grupo de refugiados de la guerra de Sucesión española, como la Nueva Barcelona

En cada viaje, el tren transportaba a mil doscientos refugiados. Naiara hizo los cálculos. Unos siete mil refugiados al día, por lo menos

Cuando se vaya la niebla

La novela contiene un poco de ese carácter banatean al que se refiere José Miguel Viñals en el prólogo de la obra: Vive y deja vivir. Respetar con independencia del lugar de procedencia, del país en el que te encuentres, del sitio donde mueras. No le faltan ni el amor ni el humor a esta búsqueda personal en todos los sentidos. 

La protagonista se replantea su vida y nos hará reflexionar sobre los tiempos que corren actualmente, sobre esas fronteras tanto interiores como exteriores que tanto nos separan y hacen que una y otra vez vuelvan climas de tempestad. Una historia que merece la pena, con bandera o no, ser leída.

Así comienza...

"Tenía que ocurrir siempre lo mismo. Salir del agua, tumbarse en la toalla y... bip, bip, que justo en ese momento sonara el móvil. A Naiara no le gustaba demasiado la playa, pero esa mañana no tenía nada mejor que hacer. Era 24 de septiembre, día festivo en Barcelona, y su jefa les había dado el día libre, a pesar de que la agencia trabajaba cada vez más en el Maresme, donde los alquileres empezaban a subir como la espuma. Así que había aprovechado para acompañar a su abuela al apartamento de Calella de la Costa. Al ser jueves, fuera de temporada alta, no había peligro de encontrarse con un atasco de autocares y turistas de pulsera bloqueando el acceso a la playa. Desde que salieron de su piso en Mataró hasta que aparcaron en el paseo marítimo, transcurrieron exactamente veinte minutos". 

Por: María Vila
Fecha: 25-06-2019