Brazaletes de cinta aislante: el último partido antes de crecer

Miguel Ángel Ortiz narra el viaje emocional de un grupo de jóvenes futbolistas que se enfrentan a su último torneo y a la pérdida de un compañero. Una historia sobre la amistad, la identidad y el paso a la madurez.

Brazaletes de cinta aislante, publicada por la editorial La Moderna, es el cierre de una trilogía que Miguel Ángel Ortiz Olivera comenzó con Fuera de juego y La inmensa minoría. En esta última el autor lleva al lector al verano del año 2000 para acompañar a un grupo de adolescentes de Medina de Pomar, jugadores del Alcázar CD, que viajan a Barcelona para disputar un torneo de fútbol. Lo que empieza como una experiencia deportiva se transforma pronto en un viaje de iniciación, marcado por la pérdida, la incertidumbre y el final de la inocencia.

Apenas unas semanas antes del campeonato, Suso, uno de los integrantes del equipo, ha muerto. Esa ausencia lo tiñe todo: el entrenamiento, el viaje, la convivencia y la propia mirada hacia el futuro. Cada jugador carga con el duelo a su manera, intentando entender un mundo que parece moverse demasiado deprisa. El fútbol, que debería ser un juego, se convierte en la excusa para explorar la amistad, la soledad y la necesidad de aferrarse a algo que todavía los mantenga unidos.

Voces que revelan lo que callan

La novela se estructura a través de cinco monólogos interiores, donde cada joven narra desde su propia perspectiva lo que vive y siente durante esos días. Miguel Ángel Ortiz construye un relato coral en el que la sinceridad y la contradicción conviven, mostrando las tensiones que existen entre lo que los personajes dicen, lo que piensan y lo que realmente son capaces de expresar. En esas voces se percibe la torpeza y la belleza de una generación que aprende a hablar de la pérdida sin saber cómo hacerlo.

Durante el trayecto a Barcelona, los protagonistas se enfrentan no solo a la competición, sino también a su propia transformación. Entre la euforia de los goles y las noches sin dormir, aparecen el alcohol, las primeras frustraciones, los conflictos dentro del grupo y la violencia como respuesta a lo que no saben nombrar. El torneo, que debería ser su consagración deportiva, se convierte en un espejo de todo aquello que están dejando atrás.

Fútbol como metáfora de vida

En la novela, el fútbol no se presenta como una meta, sino como un lenguaje universal que permite hablar de identidad, pertenencia y crecimiento. Cada partido refleja una forma de enfrentarse al mundo. Los brazaletes de cinta aislante que dan título al libro simbolizan esa unión precaria que mantiene al equipo unido, una forma de reparar lo roto con los materiales que se tienen a mano.

El relato transcurre en el año 2000, cuando el fichaje de Luís Figo por el Real Madrid agitó el mundo del fútbol y dividió a los aficionados. Ese momento histórico funciona como telón de fondo de una época de cambios, tanto deportivos como personales. Los jóvenes del Alcázar CD viven su propia transición: dejan de ser niños para enfrentarse, de golpe, a la madurez. La novela captura ese instante con precisión y melancolía, convirtiendo un torneo en una metáfora del fin de una era.

El eco de los que ya no están

El recuerdo de Suso atraviesa cada página como una sombra constante. No se trata solo de su muerte, sino de lo que representa: la pérdida de la inocencia, la conciencia de la fragilidad y la certeza de que nada volverá a ser igual. El autor aborda el duelo sin dramatismos, con una mirada cercana y contenida, donde el dolor se intuye más que se dice.

Con un estilo directo y emocionalmente preciso, Ortiz Olivera logra cerrar una trilogía que ha acompañado a sus personajes –y al propio autor– a lo largo de más de una década. Brazaletes de cinta aislante es una historia de final y de origen, una despedida que abre la puerta a lo que viene después. El fútbol, la amistad y la pérdida se entrelazan en un relato que resuena más allá del campo de juego.

La fuerza de esta novela reside en su capacidad para transformar lo pequeño en trascendente. Lo que podría ser una simple historia deportiva se convierte en una profunda reflexión sobre la juventud, la memoria y el paso del tiempo. En ese equilibrio entre lo íntimo y lo colectivo, Brazaletes de cinta aislante encuentra su mayor logro: recordarnos que crecer, a veces, consiste en aprender a jugar sin esperar la victoria.

Por: J. Berto
Fecha: 06-11-2025