El incidente de Daniel Jiménez: una novela que desafía los límites entre locura y verdad

Un libro se adentra con maestría en los entresijos de la salud mental en España, a través de un caso de violencia institucional en una planta de psiquiatría 

En El incidente (Seix Barral), Daniel Jiménez construye una novela coral que gira en torno a un episodio de violencia ocurrido en una unidad psiquiátrica. El enfrentamiento entre un joven paciente, Manuel Alejandro, y el veterano psiquiatra Ricardo Montesinos, sirve como punto de partida para una profunda exploración del sufrimiento psíquico, la autoridad médica y los límites de la cordura. La investigación del narrador, un antiguo paciente y actual escritor, le lleva a entrevistar a múltiples voces implicadas, todas marcadas por una ambivalencia entre la comprensión y el juicio.

Un mosaico de testimonios desde dentro del sistema

A través de personajes como Carlos, un paciente desencantado; Macarena, una residente de psiquiatría; Teresa, camarera en crisis; o Lucía, periodista especializada, la novela desgrana con rigor y sin maniqueísmos las tensiones internas del sistema de salud mental. Cada testimonio aporta una mirada parcial pero necesaria para comprender lo ocurrido, y sobre todo, lo que representa. En esta obra, las versiones importan tanto como los silencios y el autor lo muestra con claridad narrativa y sensibilidad ética.

La forma en que se recogen las voces permite comprender que la salud mental no es solo un asunto clínico, sino también político, social y emocional. Cada experiencia evidencia el impacto del contexto económico, laboral y afectivo sobre el malestar psíquico.

Más allá del diagnóstico: personas reales, vidas quebradas

El relato no se limita a explicar una agresión puntual, sino que amplía su foco para mostrar cómo viven la locura quienes la padecen y quienes la tratan. El protagonista Manuel Alejandro se convierte así en un espejo donde se reflejan no solo los fallos del sistema, sino también la precariedad emocional de una generación entera. Sus escritos, sus redes sociales, su paso por un taller literario y sus vínculos rotos componen una figura vulnerable y lúcida.

Jiménez acierta al evitar los estereotipos. No hay héroes, ni villanos, ni médicos fríos ni enfermos peligrosos. En su lugar, hay personas rotas, afectadas por una maquinaria institucional que, muchas veces, también está rota.

Cada uno de nosotros es un volcán a punto de explotar en medio de una isla a punto de hundirse

El incidente

Escritura como síntoma y como diagnóstico

Uno de los elementos más potentes de la novela es el uso del propio lenguaje como campo de batalla. El diario de Manuel, que se convierte en el eje final del libro, actúa como nota de suicidio, como manifiesto literario y como grito desesperado. Es aquí donde Jiménez alcanza uno de sus mayores logros: hacer que la forma de narrar revele tanto como los hechos narrados.

El texto plantea sin ambages una crítica al modelo biomédico de salud mental, pero también a su alternativa banalizada en redes sociales. El incidente consigue desmontar tanto el estigma como la romantización de la locura, sin caer en moralismos ni sentimentalismos.

Un retrato generacional sin concesiones

Teresa, una de las amigas del protagonista, resume con fuerza una realidad extendida: “no podía sostenerme a mí misma, ¿cómo iba a sostener la ansiedad de toda mi generación?”. Esa frase condensa buena parte del sentido de la obra, que retrata a una juventud marcada por la sobreexposición emocional, el desgaste laboral y la falta de horizontes.

El libro habla también de la culpa, de la responsabilidad y de la incapacidad de muchos profesionales para actuar ante lo evidente. Pero lo hace sin buscar culpables claros, más bien con la intención de mostrar que, en la psiquiatría actual, la violencia puede estar normalizada incluso cuando se disfraza de cuidado.

Una literatura incómoda que interpela

Jiménez no ofrece respuestas cerradas. Su novela es incómoda porque obliga a mirar de frente realidades que preferimos evitar: la medicalización de la tristeza, la impotencia institucional, el silencio ante el abuso. Y lo hace con una prosa ágil, directa, donde el yo narrativo se enfrenta constantemente a sus propios límites.

El texto exige al lector una participación activa. No hay tramas fáciles ni resoluciones redentoras. Lo que hay es una pregunta que atraviesa toda la obra: ¿es posible entender la locura sin reducirla ni idealizarla?      

Por: J. Berto
Fecha: 28-04-2025