Los expulsados, de Edgar Borges: una fuga sin final en un mundo sin certezas

Una novela que traza la odisea de tres niños que huyen de todo lo que conocen y se enfrentan a una realidad tan inestable como inquietante

En Los expulsados (Berenice), Edgar Borges construye un relato fragmentario y profundo sobre tres niños —Andreu, Marta y Sara— que emprenden una huida que no se limita al espacio físico. Abandonan sus hogares, sus vidas, sus recuerdos y, quizás, también su infancia. Lo que podría interpretarse como una fuga voluntaria, se transforma en una expulsión ambigua. Expulsados de sus casas, de su comunidad o tal vez de su país, los protagonistas entran en un camino indeterminado, con una luz que va y viene, en un espacio en el que ni siquiera la arquitectura proporciona asidero.

La novela se desenvuelve en un entorno de descolocación permanente, donde las edificaciones inconclusas y la oscilación constante entre claridad y sombra dificultan toda percepción de realidad estable. En ese paisaje, los tres personajes se enfrentan a sí mismos, al pasado que los marcó y a un presente que se retuerce entre recuerdos borrosos, símbolos elusivos y escenarios que parecen extraídos de una lógica onírica. La huida se convierte en una forma de existencia, en un recorrido circular donde el destino importa menos que la imposibilidad de detenerse.

Realidad y delirio en una infancia interminable

Uno de los grandes logros de la novela es su capacidad para cuestionar la estructura del tiempo y la verdad. Lo que en principio parecía una fuga infantil, se transforma en una travesía atemporal que arrastra a los personajes hasta la madurez sin haber abandonado nunca del todo su condición infantil. La acción, el lenguaje y la memoria parecen detenidos, atrapados en un bucle en el que las preguntas se multiplican: ¿vivieron realmente esa fuga? ¿O siguen encerrados en una fantasía como mecanismo de defensa frente a la adultez?

El paso del tiempo es relativo en este universo. Ahora tienen más de cincuenta años, viven en la Penitenciaría Estatal de Filadelfia y se han convertido en una suerte de atracción para los turistas. Una mezcla de coordenadas geográficas, temporales y emocionales refuerza la sensación de desarraigo. Borges utiliza esta confusión como una herramienta narrativa para explorar la identidad, el trauma y la fragilidad de la memoria.

Los personajes refuerzan el carácter alegórico del relato. El guardián de los espacios, el profesor, el DJ que pincha a Bowie en bucle, el camarero… todos ellos actúan como engranajes de un sistema que ordena la vida en ciclos repetitivos. Una vida sin salida, en la que el deseo de escapar se enfrenta continuamente a la imposibilidad de hacerlo del todo. El mundo en el que habitan Andreu, Marta y Sara se asemeja más a un laberinto que a un camino.

Borges se sirve de una prosa fragmentaria, con saltos temporales y perspectivas dislocadas, para romper con la linealidad tradicional del relato. Cada capítulo funciona como una pieza de un rompecabezas narrativo, en el que el lector reconstruye lo vivido y lo imaginado a través de ecos, contradicciones y símbolos que se repiten. Esa ruptura formal está al servicio del desconcierto emocional que impregna toda la obra.

El libro no solo cuenta una historia, sino que propone una experiencia de lectura que desafía la lógica narrativa convencional. La constante tensión entre lo real y lo fantástico, entre lo vivido y lo soñado, obliga al lector a replantearse qué significa realmente escapar, qué se gana huyendo y qué se pierde en el camino. La novela se convierte así en una reflexión sobre la infancia, la exclusión, el miedo a crecer y el deseo de permanecer en un lugar que nunca existió del todo.

En su conjunto, la obra de Edgar Borges se inscribe en una literatura de la frontera: frontera entre géneros, entre edades, entre memorias y ficciones. Con una historia que oscila entre la alegoría y el drama psicológico, Los expulsados se impone como un ejercicio literario de riesgo, pero también como una metáfora inquietante del mundo contemporáneo, donde muchos huyen, pero pocos saben de qué, hacia dónde o por cuánto tiempo.

Por: J. Berto
Fecha: 12-06-2025