Poética de la autodestrucción: Juarma retrata la desesperanza y el arte de sobrevivir entre ruinas

Un retrato visceral de la juventud rural, el desencanto y la búsqueda de sentido en un mundo sin esperanza. La novela más íntima y desgarradora del universo de Villa de la Fuente

En Poética de la autodestrucción (Blackie Books), Juarma vuelve a su universo narrativo más reconocible: Villa de la Fuente, un pueblo ficticio de la Granada rural donde la pobreza, la violencia y el desencanto conviven con una ternura salvaje. La novela, publicada por Blackie Books, es la obra más ambiciosa del autor y parte del mismo territorio literario de Al final siempre ganan los monstruos y Punki.

El protagonista, Miguel, es un joven que sueña con ser poeta mientras se hunde en la desidia de un entorno que no ofrece horizontes. Su historia, relatada con crudeza y lirismo, encarna el conflicto entre la creación y la autodestrucción, entre el impulso vital y la tentación del abismo.

La poética de la desesperanza

Miguel funda un fanzine titulado Poética de la autodestrucción, donde vuelca su ansiedad, su rabia y su deseo de desaparecer. Allí declara uno de sus principios esenciales: “Que nadie te lea nunca.” Con esa consigna, Juarma condensa el núcleo de la obra: la literatura como refugio inútil, como arma contra la nada, pero también como forma de resistencia.

El relato alterna episodios de su vida en Villa de la Fuente —las juergas, los amigos, el trabajo precario, los amores fallidos— con momentos de introspección poética y autodestructiva. En esa mezcla se revela un estilo descarnado, que combina la brutalidad del realismo sucio con destellos de ternura y un profundo sentido trágico.

Un espejo de la juventud perdida

A través de Miguel, el autor retrata una generación desorientada, atrapada entre la precariedad y la apatía. Los personajes secundarios, como Lupe, Rober o Cris, viven al borde de la autodestrucción, entre drogas, violencia y amores rotos. Nadie parece encontrar su lugar en un pueblo donde “todos quieren huir, pero nadie puede”.

La novela funciona como una radiografía emocional de una España rural que rara vez encuentra espacio en la literatura contemporánea. Juarma dota a sus personajes de una humanidad contradictoria, que oscila entre la rabia y la ternura, la derrota y el deseo de seguir respirando.

Literatura como herida

La escritura, para Miguel, es una forma de sobrevivir a la vida. Juarma construye un relato donde la creación artística y la pulsión suicida se confunden, recordando a figuras como Sylvia Plath, Cesare Pavese o Alejandra Pizarnik, todos ellos citados en la obra. En esa tensión, el autor reivindica la escritura como el último refugio frente al vacío.

El estilo de Juarma es reconocible por su lenguaje oral, cargado de giros andaluces y frases afiladas que golpean como versos. La crudeza no anula la belleza: cada escena tiene la intensidad de una canción triste, un eco del punk, del fracaso y de la poesía más oscura.

Un universo literario consolidado

Con esta obra, Juarma consolida su “Universo Villa de la Fuente”, un espacio narrativo donde los personajes se cruzan entre novelas, relatos y fanzines. Las historias pueden leerse de forma independiente, pero todas forman un mismo mosaico de desesperanza y humanidad. Poética de la autodestrucción es, en ese sentido, el corazón más vulnerable de ese universo.

El libro, dividido en cantos, estructura la caída del protagonista como una especie de epopeya invertida: en lugar del héroe que asciende, asistimos a la lenta y dolorosa disolución de un joven que no logra encontrar su lugar ni en el amor, ni en la amistad, ni en la poesía.

Un testimonio de nuestro tiempo

Más allá de su dureza, la novela se lee como un testimonio generacional. El autor captura la soledad contemporánea, el desarraigo de los pueblos y la frustración de una juventud sin futuro. La suya es una voz que se atreve a mirar el dolor de frente, sin sentimentalismo, pero con compasión.

Poética de la autodestrucción es una lectura incómoda, pero necesaria. Una novela que recuerda que, incluso entre ruinas, sigue habiendo belleza. Y que escribir, aunque duela, puede ser el único acto de esperanza posible.

Por: Raquel Ortiz
Fecha: 13-10-2025