El miedo a morir contado con una belleza brutal: la novela de Tomás González que te hará replantearte la vida

La historia de Horacio explora la obsesión por la muerte y la celebración de la vida en su estado más caótico y bello. Un profundo análisis de la condición humana narrado con sobriedad poética

La narrativa de La historia de Horacio (Sexto Piso), última obra del escritor colombiano Tomás González, se erige como una profunda meditación sobre la finitud y el conflicto permanente entre el anhelo de control y la irrupción del caos existencial. Con un estilo reconocido por su sobriedad y sensibilidad poética, el autor aborda temas universales como la vida y la muerte, utilizando una geografía íntima para desplegar un universo simbólico. La novela, situada en un ambiente rural de mediados del siglo XX, se ha consolidado como una pieza fundamental de la literatura hispanoamericana por su capacidad de explorar el interior del ser humano frente a estímulos determinantes.

El protagonista, Horacio, un comerciante de antigüedades y padre de numerosa familia, se define desde el inicio por una ansiedad profunda que su cuñado, el médico, cataloga como su esencia misma: "Nació para ser nervioso". El gusto de Horacio por la vida es directamente proporcional a la intensidad con que esta lo hace temblar. Su existencia oscila entre la necesidad de mantener el orden doméstico y financiero (el negocio, las deudas, el juego en las carreras de caballos) y la búsqueda de refugio en la belleza eterna de los objetos antiguos. Es un hombre que se sabe muy cerca de la muerte, y esta certeza inconfesada tiñe de melancolía cada uno de sus actos.

El ambiente de la finca, con sus naranjos, el rocío matinal y el ciclo constante de los animales, actúa como un contrapunto vital a la neurosis del protagonista. Las rutinas de la mañana, como ver pasar al toro o picarle el tronco de plátano a su vaca Lola, le ofrecen una calma precaria. Es en el contacto con lo orgánico, con el ritual del ordeño, donde Horacio logra apaciguar momentáneamente la tempestad de su espíritu, encontrando un ancla en la simpleza de la naturaleza que le rodea.

Tomás González, un maestro de la concisión, no recurre a grandes artificios argumentales. Por el contrario, la fuerza de La historia de Horacio reside en la precisión milimétrica de la observación, capaz de decir más con menos palabras. La narrativa teje una red de dualidades en la que convergen lo sagrado y lo profano, el refinamiento intelectual y la brutalidad de lo rústico. Esta economía del lenguaje permite que los temas de violencia, muerte y soledad se aborden con un poder narrativo impresionante.

La filosofía de la sobriedad

El universo familiar de Horacio se extiende a un clan que se reúne a discutir sobre la naturaleza humana, Dios y la política, un círculo donde destacan las figuras de sus hermanos. Resalta Elías, el escritor y filósofo, quien introduce en la trama una voz que se opone radicalmente al miedo de Horacio. Elías concibe la existencia como un ciclo continuo, y la muerte, no como un final, sino como un nuevo nacimiento. Es él quien, en medio de la charla sobre las carreras de caballos, condensa la esencia de la visión gnóstica del autor al afirmar que el Paraíso Terrenal se encuentra en la maravilla de lo cotidiano, incluso en el acto más burdo.

En contraste con este intelecto, la novela presenta la realidad palpable y a menudo caótica del día a día. El personaje de Pacho, el ayudante descalzo, encarna una vitalidad primaria y un naturalismo crudo, capaz de sacar gusanos con los dientes y escupirlos en una parábola que sigue "la curva de los arcoíris". La casa de Horacio es también una ciudadela de mujeres (Margarita, sus cuñadas) y el escenario de las explosiones de su hijo Jerónimo. Estas dinámicas familiares y rurales inyectan un humor sereno a la gravedad del tema central, demostrando que la vida, en su plenitud, es una mezcla inextricable de lo sublime y lo vulgar.

El cuerpo como territorio de la finitud

A medida que avanza la narración, el cuerpo de Horacio se convierte en el territorio donde se libra la batalla final. Los dolores en el esternón, las palpitaciones desordenadas y el terror constante se intensifican, manifestando el conflicto íntimo con la mortalidad. El miedo a la muerte lo hace vivir con la sensación de que en cualquier momento van a tocar a su puerta, un pavor que lo sume en un silencio amargo o en ataques de cólera.

Finalmente, el desenlace de la novela lleva al protagonista a la cama, donde el tiempo se vuelve compacto. En su agonía, el pasado se mezcla con el presente: las figuras de sus bacantes de marfil flotan, su hermano Elías le recuerda que no debe preocuparse por la muerte, y su cuñado, el médico, lo atiende, mientras él recuerda detalles triviales. La historia de Horacio se concluye como una metáfora sobria de la existencia, en la cual la única manera de reivindicar y celebrar la vida es, paradójicamente, al reconocer y aceptar la llegada inminente de la muerte.

Por: Manuel Muñoz
Fecha: 27-10-2025