Un millón de ejemplares vendidos

Una novela que desnuda las mentiras del mundo editorial actual

Tan breve como intensa, irónica y divertida. Así es Un millón de ejemplares vendidos (Altamarea), una novela muy dinámica, que nos va a hacer pasar un buen rato y que retratará de un modo muy peculiar el mundo editorial actual. Carlos Clavería Laguarda, ensayista, traductor y exlibrero, nos sorprende gratamente con la que es su primera novela. 

Si has escrito algún libro y te has enfrentado al entramado de la industria cultural te vas a sentir muy identificado con esta historia, con la mordaz radiografía que hace el autor sobre cómo se promocionan los libros. La novela nos va a hacer reflexionar, tanto si tienes algún libro escrito como si te acercas a sus páginas desde el papel de lector. 

¿Se puede fabricar de la nada una historia que se convierta en un éxito de ventas? ¿Puede un escritor, con la ayuda de cuatro negros literarios, darle forma a un bestseller que supere el millón de ejemplares? Riccardo Zamboni se ve en ese objetivo tras recibir el encargo de un viejo amigo de la universidad. Entre Barcelona y Florencia transcurre una historia que, aunque pueda parecerlo, no está lejos de la ficción. 

Clavería desnuda, sin rodeos, con un estilo muy claro y directo, toda la mentira que hay detrás de muchos movimientos editoriales. Concursos literarios que son amañados, derechos intelectuales que van y vienen, pirateo desde las propias editoriales, libros que se venden y no se pagan a los autores, ediciones fantasmas... Muy pero que muy recomendable. Tan entretenida como crítica. 

Así comienza...

"Giorgio me despertó aquella mañana con un mensaje lleno de aplausos, tartas de felicitación y botellas descorchadas. Al final del mensaje escribió una cifra maldita, solo dos palabras entre figuritas: tres millones. Pretendía decirme que la edición estadounidense de nuestra novela había llegado a la vigésima reimpresión, lo que significaba que aquellos salvajes habían comprado ya quinientos mil ejemplares de Modern Pilgrins in Ancient Routes. Él estaba feliz, pero yo había perdido una apuesta. Maldita sea la literatura, y sé lo que digo: había perdido por su culpa los doscientos cincuenta mil euros que costaba el coche que prometí regalarle al editor si llegábamos a los tres millones. Mejor perderlos en una apuesta con tu editor que evadirlos al fisco, o que el fisco te los reclame. La gente me reconoce por la calle, los periodistas me persiguen —y algunos señores me mirarán extasiados cuando firme ejemplares—, pero solo desde el día del mensaje con figuras".

Por: J. Berto
Fecha: 04-03-2020