Zamora no se ganó en una hora
José Villalba Garrote es el autor de una novela que recrea el cerco de Zamora
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El último cerco nos lleva hasta el siglo XI. "Don Fernando, rey de León, reúne en Zamora a su ejército para una nueva campaña contra los musulmanes. En la batalla muere Nuño Lainez, un caballero cercano al rey y padre del pequeño Laín. Poco tiempo después muerte también su madre. Desde ese momento, la vida del niño, hasta entonces criado entre algodones y rodeado de infantes e hijos de nobles y caballeros, le toca malvivir entre labrantines pobres y malhechores".
El cadáver nunca apareció, pero se rumoreaba que en los jarales de Cabeza Anfrela, las alimañas y los buitres habían pugnado por devorar el despojo
El último cercoLaín tendrá que luchar por sobrevivir en la nueva vida que le ha tocado. Empieza a recorrer ciudades como bandido y conoce Toledo, donde se enamora. Pero también conoce el desamor y la bebida, de la que saldrá gracias al ajedrez. Recuperado, Laín logra un puesto en el ministerio de un amigo y se reencuentra con don Alfonso, el nuevo rey de León. Nos encontramos ante una historia ambientada en un momento de agitación política y guerras entre los numerosos reinos de la Península.
José Villalba Garrote (en la imagen adjunta) es el autor de esta novela histórica. También ha escrito otros dos libros: Mucho dinero (finalista del Premio La Isla de las Letras) y Gente Fetén. Nació en Zamora en 1965 y también ha escrito poemarios, guiones cinematográficos y relatos.
Así comienza...
"De una cuchillada desde abajo le reventó las entrañas. Así desbarató Nuño Lainez las malas intenciones del impertinente. El rey sonrió al ver a su caballero resolver el litigio por las bravas, sin importarle que el destrozado fuera un noble.
- Mi palabra va a misa, dijo don Fernando, con una mueca condescendiente dirigida al justiciero.
Con la victoria en sus manos tras la cruenta batalla, el rey de León resolvió conceder la mejor rapiña a su caballero Nuño Lainez, por lo que nadie debía reclamarla para sí. Y eso era lo que acababa de hacer el conde caído, ahora enredado en el revoltijo de sus propias tripas. Se trataba de otra advertencia, don Fernando d eLeón estaba tan harto de ser cuestionado como lo estaba de los arrogantes nobles y de sus alardes desafiantes".
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