Amistad, apuestas y muerte: así es la historia brutal de Fin del juego

Jorge Sánchez López firma una novela negra cargada de tensión y ambientada en Madrid

Jorge Sánchez López firma con Fin del juego (RBA) una novela negra cargada de tensión, en la que el inspector Almanzor no investiga solo un crimen, sino también los rincones más oscuros de su propia historia emocional. La muerte de un viejo amigo, Juan, precipita una investigación que se vuelve profundamente personal. El crimen no es solo un caso: es un lazo roto, una deuda sin pagar.

El arranque de la trama es abrupto y significativo: mientras el protagonista redacta un informe nocturno, recibe una llamada desde el bar. Juan agoniza, y cuando Almanzor llega el escenario refleja una escena de abandono: un cigarrillo sin apagar, un vaso a medio beber, dados sobre la barra. Es un crimen aparentemente común, pero la amistad entre él y Juan lo convierte en algo más que un caso profesional.

El autor sitúa la acción en la periferia de Madrid, un entorno moral más que geográfico, donde las calles grises, las apuestas y las adicciones forman parte de la cotidianidad. En ese escenario, la ludopatía de Juan emerge como punto clave de la historia. La dependencia al juego, la traición y el remordimiento se entrelazan con las pistas que Almanzor va desentrañando, en un procedimiento policial que avanza con ritmo, capas de engaño y complicidades ocultas.

Investigación y carga emocional

Almanzor no es un detective distante: se ve forzado a enfrentar su pasado, su culpa y sus lealtades. Su vínculo con la víctima convierte el proceso de averiguar la verdad en una misión íntima. La novela destaca precisamente por esa doble dimensión: por un lado, el relato criminal y policial; por otro, un drama personal donde los secretos de juventud pesan más que las pruebas forenses.

La periferia madrileña aparece en la novela sin ornamentos ni sensacionalismo: la escritura de Sánchez López es sobria, directa, cercana al terreno. No hay héroes grandilocuentes, sino personajes desgastados. La violencia no es siempre espectacular, sino cotidiana, y la decadencia social se siente en los bares, en los pasillos del desespero, en los ecos de los dados y las apuestas.

El eje del vicio —representado por la ludopatía de Juan— funciona como motor narrativo y simbólico. No solo destruye financieramente, sino que corroe las relaciones. La muerte del amigo no es solo una pérdida, sino un resultado inevitable de su autodestrucción. Para Almanzor, encontrar al culpable significa cerrar un capítulo personal, redimir una parte de sí mismo.

La presión profesional y el conflicto moral

Aunque el inspector actúa con profesionalidad, su implicación emocional redobla la tensión. La resolución del crimen no es suficiente si no hay confrontación interior: las mentiras del pasado, las apariencias, las lealtades mal curadas. Sánchez López construye una trama en la que la justicia legal y la justicia personal se desafían mutuamente.

Sánchez López se reafirma como una voz destacada en la novela negra española. Con formación en psicología, su escritura integra un profundo conocimiento del sufrimiento humano y la psicología de sus personajes. Su prosa fluye con fuerza, sin concesiones: cada escena aporta no solo a la investigación, sino al retrato íntimo de la desesperanza y la dignidad.

Fin del juego no es solo una novela policíaca, sino un examen sobre el costo emocional del crimen, la adicción y la amistad fallida. Es un relato de lealtades heridas, silencios traicioneros y culpas íntimas. A través del inspector Almanzor, el lector asiste a un duelo que trasciende la investigación: una partida en la que las apuestas no son solo de azar, sino de vida.

Por: J. Berto
Fecha: 13-12-2025