El hombre nuevo: una memoria brutal del totalitarismo comunista en Rumanía

Grigore Dumitrescu reconstruye desde las cárceles de Jilava y Pitesti la violencia sistemática del régimen estalinista en la posguerra rumana

El hombre nuevo, publicado por la editorial Omen con traducción de Rafael Pisot y prólogo de Marius Oprea, está escrito por Grigore Dumitrescu, que ofrece un testimonio escalofriante sobre el proceso de transformación de Rumanía en una dictadura comunista al término de la Segunda Guerra Mundial. 

El autor rememora su paso por las prisiones de Jilava y Pitesti, epicentros de una represión diseñada con precisión quirúrgica para destruir la voluntad del individuo. Desde las celdas, evoca la ilusión inicial de un país que aspiraba a una constitución democrática y progresista, pronto sustituida por una estructura de poder totalitario con sello soviético.

El experimento del horror: cómo se forja al "hombre nuevo"

El corazón del relato está en Pitesti, prisión en la que se ensaya una forma inédita de castigo: la reeducación a través del sufrimiento físico y psicológico. El hombre nuevo es el resultado de una violencia meticulosamente administrada, de un sistema que transforma a los presos en bestias dominadas por el miedo, obligados a confesar, humillarse y perder todo resto de dignidad humana. La novela-documento se convierte así en una crónica vívida del método rumano, con sus verdugos internos, sus palizas imprevistas y su lógica infernal.

Dumitrescu describe con sobriedad quirúrgica la mecánica del terror: grupos de quince o veinte reclusos encerrados en celdas donde conviven víctimas y verdugos, palizas aleatorias que destrozan cuerpos y psiques, humillaciones diseñadas para quebrar el alma. No hay dramatismo estilístico, sino una narración contenida, técnica, casi telegráfica, que refuerza la verosimilitud de un relato difícil de asimilar. El autor no busca conmover, sino documentar un experimento ideológico cuya ambición era anular al individuo.

Lejos de todo sentimentalismo, el texto se erige como un testimonio histórico preciso. En él se denuncia cómo la ocupación soviética desmanteló las estructuras políticas tradicionales para sustituirlas por consejos populares, milicias del pueblo y un aparato de represión encabezado por la Securitate. En palabras del autor, el comunismo no llegó con estruendo, sino con sigilo, transformando la esperanza en represión y la reconstrucción en un nuevo infierno.

De la victoria al abismo

Como ocurrió en Checoslovaquia, Hungría o Polonia, Rumanía no era un país comunista al finalizar la guerra. La implantación del régimen estalinista fue un proceso paulatino, pero implacable. El autor recuerda los estragos causados por el avance soviético: saqueos, violencia y destrucción, en contradicción con la imagen de “libertadores” que propagaba la propaganda oficial. Pronto, los “reeducadores” formados en Moscú tomarían el control del sistema penitenciario para ejecutar su proyecto de ingeniería humana.

El relato destaca por la claridad con la que describe la naturaleza específica del sufrimiento en el Gulag rumano. A diferencia de otros campos de prisioneros, aquí la crueldad no es un exceso, sino el método mismo. Golpes con cinturones que desgarran la piel, obligación de comer excrementos, suicidios como única salida. Todo ello forma parte de un sistema que no pretende castigar al disidente, sino refundarlo, convertirlo en un instrumento obediente del nuevo orden.

El hombre nuevo se inserta en la tradición de los grandes relatos carcelarios del siglo XX, pero lo hace desde una voz singular: la de alguien que observa con lucidez cómo la historia se repite con nuevas máscaras. La obra de Dumitrescu no solo denuncia un sistema político, sino una forma radical de degradación humana, una advertencia sobre el precio de la obediencia forzada y la memoria de los que no pudieron contarlo. Una lectura esencial para entender los mecanismos del totalitarismo en su versión más brutal y experimental.

Por: J. Berto
Fecha: 24-05-2025