Cuando la mentira se contagia: Eco de Verdad, de J. De Haro y la literatura como antídoto

Lejos de plantear una distopía futurista, el libro se adentra en una reflexión contemporánea sobre la ética, la comunicación y el poder

En Eco de Verdad, J. de Haro convierte la mentira en un virus: un ente vivo que se propaga, muta y transforma la realidad hasta desbordarla. Electricista de profesión, el autor traslada a la literatura su mirada precisa y técnica sobre las causas y los efectos; sobre cómo un pequeño fallo —una chispa, una palabra falsa— puede desencadenar un apagón moral colectivo. Su novela imagina un mundo donde las mentiras tienen consecuencias inmediatas, donde la verdad, por fin, contagia.

Lejos de plantear una distopía futurista, Eco de Verdad se adentra en una reflexión contemporánea sobre la ética, la comunicación y el poder. De Haro construye un relato coral, de ritmo vertiginoso y tono alegórico, que indaga en las grietas de una sociedad saturada de versiones, posverdades y medias tintas. Su prosa, contenida pero punzante, avanza con la tensión de un thriller y la lucidez de una parábola moral.

En esta conversación, el autor habla del origen del virus ECO —a la vez biológico e informático—, de la dificultad de escribir sobre la verdad sin caer en el sermón, y de cómo su experiencia en un mundo tangible, el de los circuitos eléctricos, lo llevó a explorar otro tipo de corriente: la de las palabras que iluminan o apagan la conciencia.

La mentira es un virus en tu novela, una metáfora muy potente. ¿Cómo influyó esta idea de enfermedad y contagio en la estructura de la narrativa y el ritmo de la historia?

—Desde el inicio quise que la mentira no fuese solo un tema, sino un organismo vivo dentro de la novela. Esa lógica de contagio se refleja en cómo ECO se expande: empieza en un caso puntual y termina afectando a toda la sociedad. El ritmo también se contamina; cada capítulo busca transmitir esa sensación de propagación imparable.

¿Hubo un evento o momento específico en tu vida que te hizo sentir la urgencia de escribir esta historia?

—Más que un evento único, fue la acumulación de muchos. Ver cómo la mentira se normalizaba en política, en los medios y en la vida diaria. Pero quizás el detonante fue la visita de Delcy Rodríguez al aeropuerto. Escuché muchas versiones de distintos políticos que no se correspondían con la anterior.

¿Cómo fue el proceso de escritura para que tus personajes se sintieran como seres humanos complejos y contradictorios?

—Me interesaba que no fueran héroes ni villanos absolutos. He intentado que el lector pueda verse reflejado en alguno de los personajes. Quise que fueran el reflejo de la sociedad tal y como yo la veo, con sus contradicciones, miedos y deseos. No buscaba personajes perfectos, sino espejos rotos donde cualquiera pueda verse reflejado.

Tu profesión es electricista, un campo de sistemas lógicos y visibles. ¿De qué manera tu experiencia en un mundo tan tangible influyó en la construcción de una historia sobre un virus invisible y una ética tan abstracta?

—La electricidad me enseñó a pensar en términos de causa y efecto. Un fallo en un cable puede provocar un apagón en toda una ciudad. Lo mismo ocurre con la mentira: parece pequeña, pero desencadena consecuencias enormes. Ese enfoque práctico me ayudó a darle credibilidad al virus.

¿Qué de tu trabajo diario te sirvió para este proyecto, y qué te obligó a “desconectar” para poder escribir?

—Del trabajo diario me llevé la disciplina: aunque esté cansado, las cosas hay que terminarlas. Eso lo trasladé a la escritura. Lo que tuve que desconectar fue el “modo técnico”: en mi trabajo es primordial resolver todos los problemas; en la escritura, algunos no se resuelven. Se exponen, se sufren y, a veces, se dejan abiertos para que el lector los complete.

El libro se narra a través de múltiples voces. ¿Qué retos y qué libertades te dio el uso de estos distintos puntos de vista para explorar un tema tan subjetivo como la verdad?

—El reto fue no perder el hilo común. Cada voz tiene un sesgo, una verdad parcial. La libertad fue poder mostrar cómo la mentira afecta de forma distinta a cada persona: desde un político hasta un ciudadano anónimo.

El título, Eco de Verdad, sugiere que la verdad no es un hecho, sino algo que resplandece o se propaga. ¿Puedes contarnos la historia detrás del título y su significado para la novela?

—Quería un título que sonara a consecuencia. La verdad no se queda quieta: resuena, genera ondas, vuelve como eco. Mentir puede ser instantáneo, pero la verdad termina regresando, amplificada.

¿Fue tu intención incomodar al lector desde el principio, o el tono reflexivo fue emergiendo a medida que avanzaba la escritura?

—Un poco de ambas. Tenía claro que la historia debía sacudir, pero al mismo tiempo los propios personajes me fueron llevando hacia un tono más reflexivo. Al final, incomodar y reflexionar son dos caras de la misma moneda.

La mentira es el virus y el antídoto es otro virus. ¿Cómo abordaste el simbolismo de esta dualidad a lo largo de la trama? ¿Qué querías decir sobre la naturaleza de la mentira y la verdad?

—La mentira se propaga muy rápido con los medios adecuados y hace mucho daño a la sociedad. La verdad necesitaba ese mismo medio para propagarse. Convertir la verdad en virus era darle alas: usar el mismo vehículo de la mentira, pero al servicio de lo que debería sostenernos. Es darle el medio de transporte para llegar a todos.

Como autor, ¿qué sacrificios narrativos tuviste que hacer para que la metáfora del virus funcionara sin que la historia se volviera demasiado didáctica o un simple ensayo filosófico?

—Tuve que contener las ganas de explicar. A veces la tentación era teorizar, pero entendí que la historia debía hablar a través de los personajes y de la acción. ECO funciona porque actúa, no porque se teoriza sobre él.

Ahora que la novela está en el mundo, ¿hay alguna lectura o interpretación que haya hecho un lector que te haya sorprendido y te haya dado una nueva perspectiva sobre tu propia obra?

—Sí. Muchos me dicen: “ojalá ECO fuera real”. No lo esperaba con tanta unanimidad. Pensé que habría más debate, más matices. Hemos descubierto que incluso algunos políticos inflaban sus currículos con títulos falsos. En el mundo de ECO eso sería impensable: cada mentira tiene un precio inmediato.

¿Cuál es el “eco” más importante que esperas que tu novela deje en el mundo una vez que el lector cierre el libro?

—Que se pregunte algo tan sencillo como incómodo: ¿qué pasaría si yo mismo no pudiera mentir nunca más? Si la novela consigue sembrar esa duda, el ECO ya habrá hecho su trabajo.

Por: Emma Osorio
Fecha: 28-10-2025