Flor de avispa, la memoria novelada de una revolución que terminó en desengaño
La novela de Miguel de los Santos reconstruye desde la ficción documental el desencanto revolucionario en Nicaragua, con Ernesto Cardenal como figura central y símbolo de un país fracturado

Flor de avispa (Editorial Pie de Página), escrita por Miguel de los Santos, es una obra literaria que se adentra en los laberintos de la memoria, la fe y la traición ideológica. A partir del personaje del poeta y sacerdote Ernesto Cardenal, el autor elabora un relato profundamente anclado en los paisajes y heridas de Nicaragua. La historia arranca en 1998 con un encuentro ficticio entre el periodista-narrador y Cardenal en la isla de Mancarrón, en el archipiélago de Solentiname, y desde allí se despliega una trama que alterna la entrevista con pasajes novelados sobre los años revolucionarios.
Ernesto Cardenal, el símbolo de una fe que se volvió arma y carga
El cura poeta, figura central del relato, es retratado en la vejez como un hombre reflexivo, abatido por el desencanto político y espiritual. En su diálogo con el narrador, repasa las etapas de su vida: el compromiso con la Teología de la Liberación, su papel como ministro de Cultura durante el gobierno sandinista, y su exclusión del sacerdocio tras la reprimenda pública del papa Juan Pablo II. Cardenal se presenta como alguien que creyó con fervor en la revolución, pero que ahora asume su error con amargura, al ver cómo el poder corrompió incluso a los nuevos líderes.
El entorno físico de la novela cobra un protagonismo esencial. El archipiélago de Solentiname, el río San Juan y las tierras en disputa entre Nicaragua y Costa Rica sirven como metáfora viva de una región fracturada. La belleza natural se entrelaza con el eco de guerras pasadas, contrabandistas, guerrilleros y exiliados que habitan un territorio tan denso como simbólico. Esta geografía literaria enmarca los conflictos personales y colectivos de los personajes, y amplifica el contraste entre dictadura y democracia.

Una segunda trama: la desaparición del Nono Aquiles
Junto a la entrevista con Cardenal, la novela presenta una línea narrativa centrada en la desaparición del Nono Aquiles, un viejo sacerdote exiliado en la selva. Hermógenes Pachula, un enano marcado por la marginación, y el exmilitar costarricense Tico Prendes, se embarcan en su búsqueda. Este viaje fluvial, cargado de simbolismo, atraviesa el corazón de una tierra marcada por la violencia, la exclusión y la esperanza rota. La desaparición del Nono actúa como catalizador del misterio y también como puente entre el pasado y el presente narrativo.
Miguel de los Santos utiliza recursos del periodismo narrativo y de la crónica testimonial para tejer una novela de profunda carga política y emocional. A través del testimonio de Cardenal y las vivencias de sus personajes ficticios, la obra cuestiona los ideales traicionados y las heridas de una revolución que no cumplió sus promesas. Sin caer en el sentimentalismo, el relato interpela al lector desde una mirada honesta, casi confesional, pero siempre crítica.
La novela se alimenta de hechos históricos reales, pero los transforma mediante una ficción sólida, cuidada y profunda. El lenguaje es directo, con toques poéticos y un ritmo sostenido, que permite explorar tanto lo íntimo como lo colectivo. La historia de Nicaragua, de sus revoluciones y sus tiranos, se convierte en un trasfondo que revela más de lo que oculta.
Flor de avispa no solo recoge la voz de un personaje histórico, sino que construye una visión coral sobre lo que significa luchar, perder y vivir con las consecuencias. El desengaño de Cardenal resume el sentimiento de una generación que apostó por el cambio y terminó enfrentando una nueva tiranía. La novela es un homenaje lúcido y doloroso a quienes lo dieron todo por un ideal que fue traicionado desde dentro.
Con Ernesto Cardenal como eje narrativo y simbólico, el autor consigue articular una obra literaria que trasciende la biografía para hablar de memoria, compromiso y decepción. La flor de avispa se convierte en metáfora de un país hermoso, fértil, pero también peligroso, donde el néctar de la libertad siempre acaba en manos de los mismos zánganos.